BUENOS AIRES.- Gustavo Burtacchio es fanático de Boca y hace unos meses, luego de cuatro años viajando por Oceanía, se topó con Arlie Beach, una pequeña localidad en la costa de Australia, donde todavía no entienden como puede llorar por un club de fútbol o por los goles de Juan Román Riquelme.
Mezclado entre los casi 1.500 habitantes, el sábado estará encerrado en su casa, sufriendo y gritando por Boca. “No puedo ver un partido tranquilo, por eso trato de verlo solo”, le cuenta a Télam telefónicamente este bonaerense de 27 años, que hace siete meses vive y trabaja en Arlie Beach, al noreste de Sídney.
Trabaja como ayudante de cocina y como jardinero en un hotel resort. Ya le avisó al chef que el sábado -el domingo de Australia- no estará disponible. “Ya me pedí el día y el chef me miró con cara de ‘¿estás loco?’ pero ya se lo venía avisando. Además, se dan cuenta que estoy nervioso. Tengo la cabeza en el partido. En la cocina necesitás estar atento y como no lo estoy, me empiezan a gritar”, relata.
“Estoy sufriendo y estresado. Es un partido que va a quedar en la historia”, agrega este fanático “xeneize” que dejó su Caballito natal y los domingos en La Bombonera para viajar por el mundo. La diferencia de horario (actualmente hay 11 horas más) ya no son un impedimento para Gustavo ni siquiera cuando tiene que ver un partido de Boca e ir a trabajar sin dormir.
Se pone “loco” con los problemas de conexión a internet, pero para este partido ya tomó los recaudos necesarios porque compró “gigas extra” y lo seguirá por la aplicación de la cadena SBS, el multimedio público de Australia que transmitirá en vivo la final. Gustavo sueña con ver a su equipo dando la vuelta, aunque sufre con la posibilidad de que festeje el eterno rival. “Que River tenga algo para cargarnos no me pasó nunca. Me asusta que exista algo con lo que me puedan cargar de por vida”, confiesa. (Télam)